Gente mía!!!!
Hoy estoy más animada.
El nene cada vez más grande, tolerando
más cosas, pasando más rato en su hamaca con sus cosas.
Los perros lo adoran y tengo unas ganas
horribles de hacer la sesión de fotos del niño, junto con los
perros si podemos, ya que se portan de maravilla desde que Iker entró
en casa.
Son una pasada, como protegen a su
hermanito pequeño y como lo cuidan. Dejaré un par de fotos para que
las veáis, son geniales.
Tengo una familia maravillosa, a la que
cuido con mucho mimo cada día y a los que QUIERO CON LOCURA!!!
Dejaré hoy un trocito más de la
historia, ya que no tengo otra preparada porque, la que tenía
pensada pero, me la quiero currar bien para vosotros, así que ahí
os la dejo y espero que os guste y lleguéis al final, QUE YA QUEDA
POCO!
El
fin de semana salimos a comer a casa de unos amigos y ese fue el
primero que Nala pasó toda la tarde sola.
Se
portaba tan bien que nos fuimos bastante tranquilos.
Al
llegar a casa, habiendo pasado muchas horas fuera, sabíamos que
podría haber algún pipí o alguna caca, ya que Marta quiso dejarla
dentro con el temporal que hacía, pero para sorpresa nuestra, había
mucho más que todo eso!
Destrozó
todo el comedor, o todo lo que pudo. El aparato del wiffi hecho
añicos, el sofá todo desplumado, un montón de papeles rotos por el
suelo... Una barbaridad.
Agarré
a la perra por el pescuezo, le dí unos azotes con la mano en el
culo, le puse el bozal y la dejé pasar la noche en la terraza.
Si,
se que aún no le había hecho la caseta, que mi mujer llevaba
semanas diciéndome, pero no le iba a pasar nada. Al fin y al cabo,
tenía que aprender, y todos los animales eran salvajes. Podría
apañárselas.
La
mañana siguiente, me desperté ya de mala ostia. Aún me duraba el
cabreo de toda la que lio ayer Nala, pero pese a ello, me levante de
la cama e hice mi rutina matutina.
Café
y cigarro mientras leía las noticias del periódico.
Mi
mujer había dejado entrar a la perra en cuanto se levantó, y sólo
me exalte, cuando escuché esos gritos que bajaban del baño. Estará
riñendo a la perra, pensé así que seguí a lo mio.
Cuando
apareció en el comedor con la perra en brazos, no me lo podía
creer.
Ella
no la quería, y aun así la tuvo que bañar con agua bien caliente y
secar-la, para poder hacerla entrar en calor.
Aquella
noche había caído bastante tormenta, y sin darnos cuenta, pasó
toda la noche en el jardín, sola y sin ningún lugar donde
refugiarse. Menos mal que Marta era madrugadora, y no se nos llegó a
morir, según mi mujer, de milagro!
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